Bueno chicos, en la última historia, Ark pudo vencer a tan fiero animal como es un "Rhatta". Acercáos y agarrad fuerte vuestras bebidas, pues hoy continuaremos con su fantástica aventura, y de cómo su nombre aun se canta en las noches de fiestas goblin.
Tráeme mi cerveza, y siéntate a mi lado, pues va a comenzar la siguiente parte de la historia, de cómo Ark agarró por primera vez acero de verdad.
Ark había vencido a su enemigo. El cuerpo del monstruo yacía sin vida sobre todas sus pertenencias. El tamaño de semejante criatura era sobrecogedor, e intentar moverlo era tarea imposible, incluso para alguien tan poderoso como Ark.
Lo único que le quedaba era la "pozión mágica curalotó" que Vizco le había entregado para su aventura. Su armadura estaba destrozada, pero aun cubría partes de su cuerpo...
"Aun pué ze uti" -pensó Ark, orgulloso de los restos que quedaban pegados a su piel.
Pasó horas buscando un nuevo arma, encontró piedras redondas y cuadradas, grandes y pequeñas, pero no le convencía ninguna... los palos de aquella zona no eran de su agrado. Eran demasiado poco pegajosos y cuando practicaba con ellos, se le caían de las manos. Debía encontrar algo para poder protegerse de las criaturas del camino. Y más aún, debía encontrar un arma para poder derrotar al guardián de la mazmorra.
Ark cogió un palo que se pegaba bastante bien a su mano, 3 piedras pequeñas y decidió pasar la noche en el interior de un árbol hueco.
A mitad de la noche, Ark escuchó un ruido cercano. Intentó agarrar las piedras, pero habían sido listas y se habían puesto en la parte de abajo del árbol, fuera del alcance de Ark. Casi no podía moverse, así que decidió calmar sus ansias de batalla y mantenerse quieto...
Eran orcos, dos, del tamaño de una montaña, caminaban en busca de algo... seguró que buscaban al "Rhatta" para incrementar la gloria del nombre de sus linajes. O al menos esos eran los pensamientos de Ark.
-"Keo ke kamparemoz aki" -Dijo uno de ellos
-"Kalla, tu no zer lider de yo. Aki zer mejor zona de akampar"- Le respondió el otro.
-"¿Kien kreer tu ke zer para dar yo ordenez? ¡Agh! ¡No volver a hablar azi o deztruirte aki mizmo!
-"¡Deja hablar tu, nenaza! ¡Zaca tu hacha y honrala conmigo!"
En ese momento, Ark, por primera vez en su vida, sintió miedo. Cuando las hachas de ambos seres golpearon, el mundo tembló. No quería encontrarse en medio de un enfrentamiento de sus señores, tenía que salir de ahí.
Comenzó a trepar por el interior del árbol, con todas sus fuerzas. Mientras, los enormes señores de la guerra se golpeaban, una y otra vez, con una fuerza titánica. Sin duda alguna, eran los seres más poderosos de todas las tierras conocidas.
Trepó hasta que sus brazos le quemaban, y después siguió trepando, hasta que llegó a la parte de arriba. Desde allí era inalcanzable, y todo su temor se disipó. Ya no temía a sus señores, pues desde allí no parecían más grandes que Ark.
"Heh, túpidoz orcoz, no zon maz que goblinz verdez de'de ki" -Dijo Ark desde su situación.
Pero en ese momento, uno de los orcos clavó su hacha en el pecho del otro, y lanzándolo hacia el tronco en el que se encontraba nuestro héroe.
Y lo demás... fue muy rápido. Todo tembló, y Ark perdió el equilibrio. Agarró su arma con las dos manos mientras caía gritando su nombre.
Y en ese momento... notó que había caído sobre una montaña verde y perdió el conocimiento.
A la mañana siguiente se despertó encima del cuerpo inerte de una de esas bestias. En un alarde de heroicidad y destreza, su arma atravesó el ojo del gran y poderoso orco, que había mirado hacia arriba al escuchar la intimidante voz de Ark. Cuando se levantó no pudo recuperar su arma, pero vio en el cinto de una de aquellas bestias, una gran espada de acero de verdad.
El acero forjado. Nada tenía que ver con las armas naturales que los árboles les daban. Estas armas eran conocidas por su destrucción, y en las manos equivocadas, podría causar catástrofes. Legendarias armas capaces de matar a los enemigos de un solo golpe.
Ark no desaprovechó la oportunidad. Se estableció junto a sus señores (que cada vez olían peor) y entrenó día y noche.
Al cabo de una semana, era capaz de levantar la espada con ambas manos sin que se le cayese. Su camino hacia el heroismo se forjaba poco a poco.
Con ambas manos cogió el arma, tomó prestada la comida de sus señores, su poción y continuó su camino.
Y así ganó su segundo nombre. Ark, el no-tan-debil, el tumbazeñorez
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